Entre Fabiana y Juana existen diferentes perfiles de miradas. Hay miradas que no puedo interpretar pero todas son merecedoras de ser estudiadas y analizadas, sin descuidar los pequeños grandes detalles que emanan el brillo de sus ojos.
Bienvenidos a la historia de una madre y su hija con miradas y sonrisas genuinas. ¿Cuál es la historia de Fabiana y de Juana? Juana contrajo en el parto una bacteria y eso le produjo una infección. La infección vino acompañada de una meningitis. De ahí en adelante, interminables secuelas: déficit de atención, epilepsia, retardo mental y parálisis cerebral.
Así lo relata, así lo recuerda Fabiana. “Recién nacida, levanta fiebre, me di cuenta que algo andaba mal. Cuando el médico la está revisando tiene un paro respiratorio. Minutos más tarde, nos informa que lo de Juana es mortal, que de salvarse le van a quedar graves secuelas. Ese diagnostico fue destructor y había que esperar la evolución. Infección generalizada que podía localizarse en cualquier órgano y ver qué secuelas iban quedando. Juana crecía y aparecían síntomas. Desesperada, iba a los libros de medicina para ver de qué manera actuaba la bacteria”.
Corre, Fabiana, corre.
Mira, Juana, mira.
Para Fabiana, correr es una escapatoria, es sentirse contenida, es tener un rato para ella. Para Juana es el momento de mirar a su madre, contemplarla, respetarla y admirarla.
Para las dos es el momento de andar triunfalista por la vida.
Encuentro en Fabiana alguien que cuenta con protagonismo la enfermedad de Juana. No la niega, no la esconde, quiere que traten a su hija como una más. Encuentro en Juana una mirada reflexiva, implacable, sensible y un poco triste.
Verla a Juana, ¿te obliga a correr más?
“Los primeros 42 kilómetros que corrí (Buenos Aires 2010) no pude entrenar los últimos dos meses porque Juana se enfermó. Pensé, tengo que correr como sea, aunque no esté al 100%. Con todo lo que hace mi hija, con toda la fuerza interior que tiene, tengo que correr. Correr es mi mejor terapia. Es el momento que yo tengo para descargarme y sacarme la bronca que a veces me queda. Cuando corro con Juana lo disfrutamos muchísimo. Las dos nos sentimos parte de todo lo que se genera alrededor de una carrera. Corro porque corriendo me cuido y esa es la manera de que Juana se encuentre mejor”.
En 2010 empezaron más complicaciones en la vida de las dos. Fabiana se separa del papá de Juana. Si bien ante la ausencia de una figura paterna, la relación entre ellas se fortaleció, Juana empezó a dejar de comer. Le agarra una anorexia nerviosa, se le bajaron las defensas y todo derivó en una neumonía. Siete meses en el hospital, el cuadro se agravó y quedó con una retracción en las piernas.
¿Soñás con una cura para Juana?
“Desde que le hicieron la última cirugía de la columna, dije hasta acá llegamos. No le quiero hacer nada más. No la quiero someter a más cirugías. Ella habla poco pero entiende y registra todo. A Juana la veo como una nena. Me pregunto qué pasará el día que yo no esté, cómo sería una Juana sin haber tenido este problema. Estuve mucho tiempo enojada y no quiero más eso para mí”.
Fabiana cuenta en su historial con seis maratones. Hace un mes corrió los K42 de Villa La Angostura y estaba Juana esperando en la llegada. “Que me espere Juana es mi manera de correr más rápido”, dice, con cierta emoción. “Le doy los trofeos, las medallas. Cuando le digo vamos a correr, se pone contenta”.
Juana lleva su enfermedad dentro suyo, con síntomas que son visibles ante miradas propias y ajenas. El sol se impone con presencia en los primeros calores de diciembre. Ahora mismo, Juana está sentada en la escalera de la piscina de su casa. Juega con sus manos, se las llena de agua, se moja la cara. Fabiana le dice a Juana que hay que salir del agua. Hay miradas que enloquecen. Y Juana enloquece. No quiere volver a su silla de ruedas. Está inquieta, no habla. Mira a cuatro chicos incansables que están en el agua. A veces piensa en sí misma, en la niña de 17 años que no puede ser. No tiene voz. Tiene ojos que ven. Como los ojos de su hermano Bautista, que está en plena adolescencia y a veces se inventa alguna enfermedad para ser más protagonista que Juana.
Juana no está hecha para la tristeza, su cuerpo parece estar cansado, pero cuando mira a Fabiana encuentra unas ganas furiosas de caminar, de moverse, de correr, de vivir.
Bienvenidos a la historia de una madre y su hija con miradas y sonrisas genuinas. ¿Cuál es la historia de Fabiana y de Juana? Juana contrajo en el parto una bacteria y eso le produjo una infección. La infección vino acompañada de una meningitis. De ahí en adelante, interminables secuelas: déficit de atención, epilepsia, retardo mental y parálisis cerebral.
Así lo relata, así lo recuerda Fabiana. “Recién nacida, levanta fiebre, me di cuenta que algo andaba mal. Cuando el médico la está revisando tiene un paro respiratorio. Minutos más tarde, nos informa que lo de Juana es mortal, que de salvarse le van a quedar graves secuelas. Ese diagnostico fue destructor y había que esperar la evolución. Infección generalizada que podía localizarse en cualquier órgano y ver qué secuelas iban quedando. Juana crecía y aparecían síntomas. Desesperada, iba a los libros de medicina para ver de qué manera actuaba la bacteria”.
Corre, Fabiana, corre.
Mira, Juana, mira.
Para Fabiana, correr es una escapatoria, es sentirse contenida, es tener un rato para ella. Para Juana es el momento de mirar a su madre, contemplarla, respetarla y admirarla.
Para las dos es el momento de andar triunfalista por la vida.
Encuentro en Fabiana alguien que cuenta con protagonismo la enfermedad de Juana. No la niega, no la esconde, quiere que traten a su hija como una más. Encuentro en Juana una mirada reflexiva, implacable, sensible y un poco triste.
Verla a Juana, ¿te obliga a correr más?
“Los primeros 42 kilómetros que corrí (Buenos Aires 2010) no pude entrenar los últimos dos meses porque Juana se enfermó. Pensé, tengo que correr como sea, aunque no esté al 100%. Con todo lo que hace mi hija, con toda la fuerza interior que tiene, tengo que correr. Correr es mi mejor terapia. Es el momento que yo tengo para descargarme y sacarme la bronca que a veces me queda. Cuando corro con Juana lo disfrutamos muchísimo. Las dos nos sentimos parte de todo lo que se genera alrededor de una carrera. Corro porque corriendo me cuido y esa es la manera de que Juana se encuentre mejor”.
En 2010 empezaron más complicaciones en la vida de las dos. Fabiana se separa del papá de Juana. Si bien ante la ausencia de una figura paterna, la relación entre ellas se fortaleció, Juana empezó a dejar de comer. Le agarra una anorexia nerviosa, se le bajaron las defensas y todo derivó en una neumonía. Siete meses en el hospital, el cuadro se agravó y quedó con una retracción en las piernas.
¿Soñás con una cura para Juana?
“Desde que le hicieron la última cirugía de la columna, dije hasta acá llegamos. No le quiero hacer nada más. No la quiero someter a más cirugías. Ella habla poco pero entiende y registra todo. A Juana la veo como una nena. Me pregunto qué pasará el día que yo no esté, cómo sería una Juana sin haber tenido este problema. Estuve mucho tiempo enojada y no quiero más eso para mí”.
Fabiana cuenta en su historial con seis maratones. Hace un mes corrió los K42 de Villa La Angostura y estaba Juana esperando en la llegada. “Que me espere Juana es mi manera de correr más rápido”, dice, con cierta emoción. “Le doy los trofeos, las medallas. Cuando le digo vamos a correr, se pone contenta”.
Juana lleva su enfermedad dentro suyo, con síntomas que son visibles ante miradas propias y ajenas. El sol se impone con presencia en los primeros calores de diciembre. Ahora mismo, Juana está sentada en la escalera de la piscina de su casa. Juega con sus manos, se las llena de agua, se moja la cara. Fabiana le dice a Juana que hay que salir del agua. Hay miradas que enloquecen. Y Juana enloquece. No quiere volver a su silla de ruedas. Está inquieta, no habla. Mira a cuatro chicos incansables que están en el agua. A veces piensa en sí misma, en la niña de 17 años que no puede ser. No tiene voz. Tiene ojos que ven. Como los ojos de su hermano Bautista, que está en plena adolescencia y a veces se inventa alguna enfermedad para ser más protagonista que Juana.
Juana no está hecha para la tristeza, su cuerpo parece estar cansado, pero cuando mira a Fabiana encuentra unas ganas furiosas de caminar, de moverse, de correr, de vivir.